El diagnóstico y yo (parte II)

Y así, corriendo y haciendo y haciendo y haciendo cosas llegó el cansancio… recuerdo un día sentir que no podía más, que no quería más, que quería mandar todo a la porra, tener una vida «normal» y «tranquila»…. recuerdo una frase que una amiga me dijo (GRACIAS!!!): «despacio Juani! El camino es largo, Simón necesita tu energía mucho tiempo….» y ahí sentí que me había olvidado de mi… que me necesitaba a mi misma, que necesitaba mi espacio, mi tranquilidad, mis momentos…

Empecé a pensar en mi, partiendo de la base de mi realidad, había muchas cosas que no iban a cambiar, pero muchas otras que sí podían ser distintas. Busqué mis espacios, organicé mis tiempos, saqué tiempo para mi sola, para mi con mi esposo, para mi con mis hijos, para mi con mi trabajo, para mi con mi estudio… abrí este blog y me aferré a él con todas mis fuerzas, empecé a pintar, retomé la lectura de las cosas que me gustan (no más libros de autismo), viajé, me cuidé…. y pensando en mi me di cuenta que no estaba sola.

Mi hijo y su intervención seguían siendo la prioridad en mi vida y mi familia, pero yo necesitaba estar bien para poder sacarla adelante y eso me propuse…

En esa época empecé a entender también que no tengo el control, que la vida me quería enseñar que la incertidumbre está bien, que está bien vivir sin tanta certeza, que finalmente no tenemos certezas de nada y que el futuro no está en mis manos. De hecho, ese futuro empezó a sorprenderme, a mostrarme avances hermosos, a través de Simón empecé a conocerme mucho y a entender muchos de mis sentimientos. Dejé que Simón fuera mi maestro y me pintará la vida como solo él sabe hacerlo… y aprendí a confiar… a confiar en él, en mi, en nuestra familia, en nuestro proceso, en los profesionales que nos acompañan, en sus profesores…

Y sí, mi vida cambio desde esa cita en que nos entregaron el diagnóstico, pero hoy está lejos de ser una vida triste y difícil! Nuestra vida es «normal»! Mi normal! Nuestro normal! Un normal donde hay retos, donde hay sueños, donde hay logros, donde hay días felices, donde hay días difíciles… un normal donde todos aprendemos todos los días… un normal donde el miedo, el dolor, la rabia aparecen de vez en cuando, pero no son los protagonistas de nuestras vidas, el amor lo es! Un normal donde agradecemos cada día por estar vivos y por estar juntos!

El diagnóstico y yo (parte I)

Me he propuesto escribir un poquito más sobre este proceso, con la finalidad de generar un poco más de conocimiento pero también por mi, porque escribir me libera, me enseña, me ayuda a procesar y me ayuda a cruzar el puente hasta el otro lado.

Por esta época, hace un año, vivía tal vez uno de los momentos más difíciles de mi vida, el dolor del corazón más profundo que recuerdo haber sentido y uno de mis mayores momentos de miedo. Hoy quiero mirar ese momento desde la paz que empiezo a sentir y contarles como viví yo el diagnóstico.

La teoría dice que para una familia enfrentar un diagnóstico es vivir un tipo de duelo: tenemos una época de negación, después viene la ira, la negociación, la depresión o el miedo y finalmente la aceptación que a mi me gusta más decirle ajuste. En la teoría, todos pasamos por las mismas etapas, y cada uno lo vive y tramita de formas diferentes, yo no soy capaz de identificar estas etapas en mi proceso, pero así lo viví yo:

Antes de recibir un diagnóstico oficial, el fondo de mi corazón sabía que algo pasaba, pero con todas mis fuerzas quería que me dijeran que no, busque ayudas profesionales para que me dijeran que no y busque afirmaciones externas que me dijeran que no…. durante el proceso de evaluación anhelé con todas mis fuerzas que me dijeran que no pasaba nada, me decía a mi misma que todo estaba bien tratando de creérmela, pero sabía que no era así….

El día que fuimos a recibir el resultado de la evaluación no dormí, en mi mente se repetía: hoy tendremos una información que marcará nuestras vidas. Después de pensar eso peleaba y decía no no no! Vamos a estar bien…

Recuerdo todo el proceso de explicación previo al diagnóstico y recuerdo sentirme tranquila, sentir seguridad, pero no recuerdo cuando me dijeron sus conclusiones. Recuerdo que no escuché, mire a mi esposo y le dije: qué nos dijo? Dijo que si? Y lloré… recuerdo una caja de pañuelos y mucho miedo.

A partir de ahí, recuerdo el dolor y el miedo… recuerdo preguntarme muchas veces porque? Recuerdo muchas veces pensar no puede ser! Recuerdo el dolor del corazón, ese que se siente de verdad, ese que uno quiere arrancarse. Recuerdo sentirme sola, desorientada, recuerdo sentir que nadie era capaz de entender mi dolor y mi miedo, recuerdo buscar historias bonitas que me dieran esperanza y no encontrarlas…. todo eso lo recuerdo en desorden, y todavía duele recordarlo.

También recuerdo sentir rabia, pero no con el diagnóstico, rabia con las personas que no entendían, que no escuchaban, que no creían, rabia con la sociedad que somos, que no conoce y no valora las diferencias, rabia por tener que enfrentar el mundo con una condición y por tener que sentir tanto miedo….

Después vino mi necesidad de control, a tratar de controlar desde hoy esa incertidumbre que la vida nos ponía de frente. Llegó a decirme que tenía que actuar ya, hacer todo lo que pudiera hacer y más, que no me podían faltar acciones, que el tiempo era corto, que todo era urgente… esto me enfocó en acciones, me llevó a estudiar, me llevó a conocer más sobre la condición, me llevó a conocer los programas de intervención que hay en el mundo, me hizo leerme 5 libros en un mes, me hizo ir a conferencias entre muchas otras cosas… claro que sirvió para nuestra familia y mucho! Pero también me generó mucha ansiedad, y esa ansiedad costó mucho en mi relación conmigo misma, me hizo dejar mis placeres (mis algodones) y de cierta manera me volvió a reforzar que estaba sola en esto.

Aprender a bailar bajo la lluvia

Antier leí un blog de una mamá donde decía que tener un hijo con asperger era como haber planeado un viaje a Italia y aterrizar en Holanda: uno añoraba Italia, pero podía disfrutar Holanda… yo no estoy ni en Italia ni en Holanda, o estoy en las dos al tiempo?

También leí en otro documento (uno de los muchos que he leído por estos días) que vivir con un familiar con autismo es ir montado en una montaña rusa: «subidas que saben a gloria y bajadas que te dejan sin aliento» y en una montaña rusa solo hay dos opciones: te bajas del carrito, o aprendes a disfrutar el viaje.

… a mí me gustan las montañas rusas…. yo no me bajo….

Mi conclusión personal de ambas lecturas es que el diagnóstico de Simón le ha puesto un poco de lluvia a nuestras vidas: le ha puesto un poco más de exigencia a mi tarea como mamá, le ha puesto un poco más de incertidumbre al futuro y le ha puesto color al miedo. El resto de cosas ya estaban: la mirada más hermosa donde puedo perderme horas, la sonrisa que llena el alma, los aprendizajes que saben a gloria, la felicidad de verlo crecer, el amor infinito, la memoria increíble, los juegos por horas, la disciplina inigualable, las ocurrencias que sorprenden, las palabras de grande, y todo lo que amo en él, porque sí, es mi mismo hijo desde siempre, no me lo han cambiado.

Y la vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia!